La llegada de Emma (V): Preparación para la cesárea

Esta historia es una continuación de La llegada de Emma (I): Pasando las 40 semanas  La llegada de Emma (II): Cumpliendo 41 semanas.

La llegada de Emma (III): La inducción del parto

La llegada de Emma (IV): El ginecólogo chopper

Cuando el ginecólogo chopper me informó que sería una cesárea de emergencia puse la cara de la embarazada de arriba, no podía ser, había hecho todo lo posible por parir natural, la niña estaba de cabeza, no tenía enredado el cordón según los últimos ultrasonidos, ¿Por qué? ¿No hay otra opción?. El doctor me explicó amablemente que si continuaba con la inducción podría darle un paro cardiaco a la bebé con consecuencias fatales, no había otro camino.

Antes de que pudiera  reaccionar, los internos (aprendices de médico) estaban celebrando que tendrían una cesárea, si, ellos necesitan practicar, pero ponerse felices por operar a una mujer? eso es de locos, incluso escuché que se peleaban en voz baja por asistir al ginecólogo en la intervención. Me pareció algo de mal gusto pero ahora que lo pienso es parte de su trabajo y si yo fuera ellos también me hubiera puesto feliz de tener acción en un día tan flojo como ese.

Minutos después, llegó alguien que se presentó como enfermero de quirófano, muy amable, me explicó paso por paso el procedimiento por el que pasaría y con buen humor me preguntó cómo quería mi cicatriz. Me dio dos opciones: De alcancía o de bikini, añadiendo que si escogía la segunda mi esposo tendría que invitarles pastel y pizzas para la cena. En ese momento no capté el chiste, pero reí nerviosamente, cuál era la mejor cicatriz? no sabía.

Alcancía ?

Al parecer ese día todos estaban de buen humor, pues las enfermeras, después de fastidiarme durante las 3hrs que estuve en la sala de labor con que me pusiera el DIU me trajeron la hoja de consentimiento para firmar, me vendaron las piernas, me pusieron un gorrito y me despidieron con una sonrisa.

Llegamos al quirófano número 1, nada que ver con los de Grey´s Anatomy cabe resaltar… este era de color beige y es verdad, las salas de operación tienen las esquinas redondeadas. En el centro estaba una cama y a su alrededor dos banquitos. Me sentaron y un hombre con pijama verde se presentó como el anestecista, o sea el que me pondría la epidural. Inmediatamente simpaticé con él a pesar de su aspecto tosco, tengo una fijación con ese tipo de personas, de la que algún día les contaré en un post jaja, pero no me cayó tan bien cuando le indicó a la enfermera que tendrían que ponerme una nueva vía intravenosa pues la que tenía no le serviría si tiene que hacerme una transfusión sanguínea. Esperen, transfusión? o sea que puedo perder mucha sangre y morir? eso no me lo dijeron. Empecé a sentirme acalorada, ya estaba acostada y necesitaba sentarme, solo un poco, hacía mucho calor, sudaba, el señor epidural me decía que estuviera tranquila que nada pasaría, alcancé a ver la nueva intravenosa y era mucho más gruesa que la que tenía, de nuevo más calor e incomodidad, no podía estar, solo quería sentarme un momento…

Señor epidural me dijo amablemente, bueno, te vamos a ayudar un poco y tomó un medicamento introduciéndolo en mi antigua vía. Inmediatamente me sentí tranquila, pude respirar cómodamente y me dieron ganas de reir jaja como cuando Homero lamía sapos venenosos…

Me pusieron la epidural, la verdad no me dolió nada, sentí unos ligeros golpecitos pero nada del otro mundo. Entró el ginecólogo chopper y preguntó, puedo poner música? dije que sí y empezó a sonar la canción Matador de los Fabulosos Cadillacs, de muy mal gusto, pero en ese momento solo reí.

Continuará…

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